lunes, 23 de marzo de 2009

Aguila Rojaaaaa la serie de la uno, que poco más o menos me ha dado por el culooo...


Hoy, queridos amigos y diletantes, a petición de mi amadísima LaJiza, autora del nunca bien ponderado blog "Insinuáis que los cocos emigran?", vamos a abandonar las crónicas de Jogüarts y centrarnos en el despiece impenitente y salvaje de una de las mayores bazofias que jamás he visto en la caja tonta. Si habéis leído su última entrada, sabréis a lo que me estoy refiriendo. El ínclito serial, mezcla de Alatriste, Piratas del Caribe y Mulan que programa la TVE el jueves por la noche. Señores y Señoras, con ustedes... ÁGUILA ROJA!!!!

Como la Jza se ha despacho a gusto con el tema y me ha encargado que haga solo unas notas históricas al respecto, me centraré sólo en comentar algunos detalles históricos curiosos para solaz de los que vean la serie.

1. El Guerracivilismo made in Alatriste.

Supongo que a cualquier espectador de la serie con dos dedos de frente le resulta más que evidente que el sempiterno guerracivilismo que impregna toda la producción de cine y demás material audiovisual español está omnipresente. En la serie los ricos son todos malos, crueles, presuntuosos, traicioneros, clasistas y violentos. Los pobres son todos tolerantes (?), bienhumorados, amistosos, compasivos y caritativos. Los niños ricos son mimosos y mentirosos y los pobres valientes y un poco atolondrados. Este cliché, cuando aparece en alguna peli extranjera, no deja de presentarnos la típica moralina judeocristiana. Cuando aparece en una serie española, el guerracivilismo acecha, señores. Me juego una cena con mis lectores habituales a que cuando salga un cura también estará entre los malos, y que en algún momento tendremos un Fuenteovejuna "revisited" en el que todos los pobres se unirán por una causa común ("si los curas y frailes supieran/ la paliza que les van a dar.../ etc"). ¿Es que tenemos que soportar el puto guerra civilismo hasta en el siglo XVII?

Vamos a ver, en el siglo XVII los que eran ignorantes, intolerantes, crueles, clasistas y violentos a más no poder, no eran sólo los ricos, sino muy especialmente los POBRES, coño. Que a la plebe del siglo XVII nada le gustaba más que un Auto de Fe, una corrida de toros, una puñalada en las asaduras y un maravedí. La sociedad española del siglo XVII era cerril, ultraconservadora y más "facha" -usemos el término guerracivilista- que el bigote de Paquito. Le encantaba quemar judíos u homosexuales, ahorcar ladrones, desollar a los asesinos y qué se yo cuántas salvajadas más. Y eso no lo hacían los ricos a espaldas de los pobres, sino con su beneplácito y regocijo. Pero NO! En Águila Roja el pueblo es sensible, abierto... más "modelno" que Prada, y los malos son, como siempre, los nobles y los ricos. ¿Cuánto tardará en ayudar Águila Roja a un marica perseguido por la Inquisición (recordemos que los curas son malos también), o a un judío o morisco rezagado? Démosle tiempo a los guionistas, que sé que no me van a defraudar.

Cuando no se tiene otro enfoque que los lugares comunes de la sociedad actual para presentar la historia, entonces más que nunca "El Sueño de la Razón Produce Monstruos".

2. El antibelicismo

Si bien en todas las épocas ha habido voces que se alzaron condenando la violencia, o lo inútil de las guerras, el siglo XVII no fue precisamente un siglo de pacifistas. Para entendernos bien, baste decir que casi todas las naciones de Europa estuvieron enzarzadas en guerras unas contra otras. La guerra era un instrumento político habitual en aquel marco endógamo de reyes, príncipes y notables que siempre querían ser más que el vecino. No tenía una mala consideración social, sino todo lo contrario. Se tenía por gran honor el oficio de soldado, y los que lucharon en los Tercios tenían una alta consideración -aunque cuando volvieran a España a menudo no les quedara otro remedio para sobrevivir que la mendicidad o el mercenariazgo. Todos se referían a ellos como gente "Al servicio de dios y del rey", y cuidado con faltar al respeto a alguno de aquellos bestias, acostumbrados a la guerra tal y como se hacía en aquel siglo.

El humanitarismo, el antibelicismo y demás sentimientos similares no se hicieron mass-media hasta mediados del siglo XIX. Antes, lo que había no era sino la convicción social de que la guerra era siempre justa -porque la hacía el Rey de España- y por tanto, aunque dura, necesaria. Para muchísima gente constituía, además, una forma de salir de la pobreza embarcándose en una vida aventurera y cruel, de la que lo mismo se volvía rico -rara vez- o mutilado y pobre, o no se volvía, pero al menos se veía mundo. Y al enemigo no se le tenía la menor consideración, especialmente si era luterano o musulmán, porque ahí había religión por el medio, y creedme que cualquier corsario berberisco se cuidaba mucho de caer en manos de los lugareños a los que su tío Yusuf había robado hasta los marcos de las puertas. Otro día os cuento lo que ese pueblo tolerante y pacífico le solía hacer al sobrinito en cuestión.

¿Y a qué viene todo esto? Viene a cuenta de un personaje que aparece en la serie: el soldado desertor, que huye de las autoridades por haber asesinado involuntariamente a su maestre de campo para salvar a dos niños con pinta de holandeses. En primer lugar decir que la deserción, cuando la había entre los Tercios, era por motivos casi siempre personales, y no humanitarios. Es decir: un duelo, haber encabezado un motín, etc... La gente no dejaba el ejército por no querer matar a dos niños indefensos. Lo común era robarlo todo, violar a las mujeres, matar a todo varón con edad como para usar armas -normalmente de diez años para arriba mas o menos- y a otra aldea. Y tan panchos!. A fin de cuentas la milicia -como se decía en la época- era vocación o suerte, y a nadie se le obligaba a alistarse. Los Tercios eran un ejército de mercenarios voluntarios, que servían por la paga y el botín, y allí todo el mundo "sabía lo que iba".

Con lo cual, el estúpido alegato antibelicista de la serie está totalmente fuera de lugar, y ya no digamos la escena de un soldado desobedeciendo a su Maestre de Campo por no querer matar a dos niños probablemente holandeses y luteranos. Y ojo, atravesar toda Francia y media España a pie para volver a su pueblo. Nada menos.

Una anécdota curiosa sobre la guerra en el siglo XVII: Supongo que ya estaréis hartos de que los Tercios sean los malos de la película y los peligrosos fascistas que imponían a sangre y fuego la voluntad de reyes-tiranos nacionalcatólicos y franquistas. Pues bien, ese modo salvaje y arbitrario de hacer la guerra era común en toda Europa, y no exclusivo de los Tercios. Grimmelhausen, autor del "Simplicimus" (algo así como el Lazarillo de Tormes pero en teutón) relata con toda crudeza qué métodos utilizaban los soldados suecos para sacar información a los campesinos alemanes durante la Guerra de los Treinta Años, normalmente antes de cargárselos a sangre fría. Les daban el "Trago Sueco", que básicamente consistía en... Bueno, baste decir que en su modalidad "básica" antes de dar dicho trago, llevaban a los campesinos a los establos, donde solían hallar los ingredientes básicos.

Así que moralina antibelicista con un pueblo castellano del siglo XVII de fondo, NO. Y más Tercios crueles al mando de Maestres crueles y con soldados sensibles que no quieren hacer cosas crueles MENOS.

3. El temperamento

Yo creía que todo el personal a estas alturas sabía que el "honor" -en el sentido retorcido y diecisietesco de la palabra- era la máxima virtud cívica y social en el siglo XVII. Que ni el más villano permitía que le levantaran la voz, se dirigieran a él de otro modo que no fuera "vuesa merced", o dejaba de preciarse de cristiano viejo, Mendoza y Guzmán. Y cuidado con no mantener esas distancias y esa actitud, porque te estabas jugando literalmente el cuello. No necesariamente en un duelo (que era cosa aristocrática y un noble jamás aceptaría un duelo de un plebeyo, o viceversa, señores guionistas), pero lo mismo el día menos pensado, en una callejuela oscura, alguien sin más te metía una preciosa daga por el gaznate. Por unas simples palabras, un "mentís" o un tropiezo sin disculpas públicas. La gente era así: clasista hasta el paroxismo, cruel y muy quisquillosa.

¿Y qué nos encontramos en la serie? Unos mercados, unas tabernas y unas calles, que de no ser por la ropa de los actores podrían ser perfectamente los de Villafranca del Bierzo Anno Domini 2009. Una atmósfera ridícula de puro anacrónica. De chiste. La gente se habla de usted, dice tacos (de los de ahora, no un "juro a Dios" o un "váyase enhoramala" o "por vida de Fulano"), se choca, se grita... Es todavía más increíble con las mujeres. En una escena, hay una que sale medio en bolas al mercado para avisar a su marido de que el polvo no ha acabado, y le hace un mimo. Esto, ya de por sí, es absolutamente imposible en una mentalidad femenina del siglo XVII, ¡y no digamos en un pueblo de Castilla! Hablamos de una época en que el pudor de la gente ,evidentemente impregnado de un profundo y castizo catolicismo contrarreformista, llegaba a extremos delirantes.

Anécdota jugosa y verídica: Cierta ciudad de Castilla quiso un día regalar a la Reina unas medias, que era el principal producto que fabricaban los artesanos del lugar. Cuando fueron a la Corte a hablar del asunto, la vergüenza de los chambelanes por tener simplemente que hablar con la Reina de tal prenda de ropa "íntima" era tal que despidieron a los del pueblo con la lapidaria frase: "habéis de saber que las reinas de España no tienen piernas".

No hay mención alguna -salvo cuando uno de los personajes se santigua- al aplastante y grimoso cristianismo que se vivía en la España rural del siglo XVII, en la que lo religioso se entremezclaba en la vida cotidiana hasta el punto de no distinguirse de lo meramente civil. No hay que olvidar que la Iglesia acaparaba algunas funciones que hoy entendemos como meramente estatales, como pueden ser los registros civiles o la enseñanza, por lo que uno de los puntos culminantes del despropósito de la serie es una escuela seglar, dirigida por un ex soldado -ninja en los ratos libres- a la que asisten encima todos los niños del pueblo, tanto los pobres como el niño rico, que por supuesto es caprichoso, problemático y snob. Parece que estoy viendo a uno de esos padres de hoy en día diciendo: "Y es que en el siglo XVII también se iba al cole!! que te piensas, Borja Kevin?" "Ya lo veo papi, además Nuño es como Ricardito, que siempre da problemas".

Pues bien: NO. No había enseñanza pública, ni redes de escuelas, ni la enseñanza era obligatoria, ni había escuelas seglares organizadas en pueblos perdidos de la Meseta. El 99% de la educación estaba en manos de la Iglesia, y para poder pagarla, era necesario ser rico. ERGO sólo había escuelas en las ciudades más relevantes, lo que básicamente significaba que la inmensa mayoría del campesinado era analfabeto. De hecho, la tasa de analfabetismo en España era de las mayores de Europa en aquella época, máxime si entendemos que los campesinos, propietarios o no, practicaban la agricultura de subsistencia, y el trabajo de los hijos era a menudo imprescindible desde muy pequeños. El germen del sistema actual de Educación Pública no se gestó hasta finales del siglo XVIII. Y me apuesto lo que queráis a que no sale ninguna escena en la que el prota recibe sus honorarios como maestro. O mejor aún: que haya algún niño que no pueda pagar y él, que es así de humanitario, hace la vista gorda. Guionistas, confío en vosotros XD.

Pero es que lo de los niños es otra. Aquí los niños no tiemblan cuando el maestro se cabrea -aunque claro, puede ser porque como el maestro es el prota, pues aplica su entrenamiento zen y controla su ira-, les llevan la contraria a los mayores, se cabrean, tienen berrinches, corren al tejado como gatos en celo y se pelean entre ellos como si nada, aunque uno sea un cualquiera y el otro hijo de una marquesa. Talmente son como familias de las de hoy en día, salvo que los chavales no tienen la plimstasion 566kx. Aquí son todos tolerantes, dialogantes... los niños son los que mandan en el fondo, incluso reconvienen a sus padres al más puro estilo Disney de magisterio invertido (el mayor/maestro aprende del pequeño/discípulo). Huelga decir que nada más lejos de la realidad. Los padres no daban consejos sino órdenes, al igual que los maestros, y discutir su autoridad o no mostrar el máximo respeto y sumisión era la forma más adecuada de hacerse candidato a recibir una paliza de órdago, como está documentado en casi toda la literatura de la época y aún la posterior (hasta Larra habla de ello). Hasta el punto que esa brutalidad familiar y escolar fue una de las principales preocupaciones de los ilustrados en el siglo siguiente, y arremetieron duramente contra ella (desde Goya en sus grabados a Rousseau en "El nuevo Emilio" y "La Nueva Eloísa"). La violencia, pues, estaba al orden del día en las relaciones personales, y no controlada por los poderosos y nobles que guerracivilísticamente hablando oprimían al pueblo.

4. La inevitable conspiración arquetípica.

Esto ya clama al cielo. De verdad. Con la gran cantidad de intrigas históricas, complots y trapicheos que se gestaron en la España del siglo XVII, que están al alcance de cualquiera que coja un libro de historia, resulta que los malos malísimos son una secta de encapuchados que beben sangre de los niños a los que se cargan. Hay que fastidiarse, señores. Las conspiraciones que hubo entre los partidarios de Juan de Benavides, la del duque de Medina Sidonia, la que acabó con el asesinato del Conde de Villamediana, y todas las demás son olvidadas para poner lo primero que le pasa por lo cabeza al guionista, que no puede ser sino la típica hermandad secreta de sacamantecas, que dicen estar conspirando contra el rey. Ruego a Santa Cucufata que tenga algún tipo de trasfondo histórico -que lo dudo- porque si no, la horca es poco castigo para el guionista.

No se trata de que el marco haya de ser forzosamente histórico porque yo lo diga sino de que la serie hace aguas por los cuatro costados en cuanto a ambientación y rigor, y encima, ni siquiera tienen los señores creadores la decencia de introducir algún dato histórico o un marco histórico mínimamente aceptable. Lo mismo da que hubiera sido el siglo XIII, que el XVIII que cualquier otro. A base de lugares comunes y guerracivilismo, se sacan un episodio tras otro. Que si la inquisición -me dice un colega que ya salió en un episodio anterior, y que eran malísimos... CACHIS!! quemaron a una bruja y no a un judío XD-, que si los Tercios... todo ello edulcorado y presentado del modo más chabacano y banal posible, olvidándose de mostrar al menos, un atisbo de realidad (como hacía Dumas en su época), o algún detalle que permita dar por "pasable" el trabajo de los creativos. No. Nada de eso. Un erial de creatividad. Que venga Íñigo Balboa y lo vea si no xD.

Y por lo demás, si algo abunda en la serie más que el general anacronismo modo Carrefour, son los arquetipos. Y por no extederme más en la entrada, aquí están en líneas generales los más importantes.

El prota: El Zorro, pero con katana (sí, esa espada sagrada que sólo podían llevar los samurai. Esa).
La marquesa: Milady de Winter.
El comisario: Rocheford
El Satur: Sancho Panza.
El chavalín: Anakin Skywalker
El chavalín malo: Cualquier vale, pero digamos Sid, el de Tom Sawyer.

Es o no es para QUITARLE CINCUENTA PUNTOS A GRIFFINDOR?????









No hay comentarios: